Rubén Megía González
Esta semana en nuestro blog me gustaría rendir homenaje a una de las principales figuras de ciencia del panorama español. Hablo de la Dra. Margarita Salas Falgueras, gran profesional bioquímica y firme defensora de la igualdad de las mujeres en la ciencia. La Dra. Salas descubrió una de las ADN-polimerasas más utilizadas para amplificación de fragmentos de ADN y hasta tuvo la suerte de trabajar en el laboratorio del Nobel Severo Ochoa. ¿Quieres saber su historia? ¡Continúa leyendo!
Margarita Salas nació un día como hoy, 30 de noviembre de 1930, en la localidad de Canero, en Asturias. Sin embargo, no fue en Canero donde Margarita pasó su infancia, sino en Gijón, donde su padre, el Dr. José Salas Martínez, tenía un sanatorio psiquiátrico. Allí, Margarita comenzaría a sentir interés por las ciencias, inspirada por su padre.
El Dr. Salas y su mujer, Margarita Falgueras Gatell, eran conscientes de la importancia de la formación de sus hijos y, por ello, ni la pequeña Margarita ni su hermana sufrieron ningún tipo de discriminación por su género en este ámbito. Esto era algo realmente poco común, considerando que en 1939 se instauró el régimen franquista. Por esa época, la educación femenina se limitaba a formación como educadora o soporte del hombre en su trabajo, para aquellas que tenían la suerte de formarse. Sin embargo, en contra de lo que se esperaría en esa época, a los 16 años Margarita marchó a Madrid para comenzar sus estudios en Química, un ámbito liderado por hombres en ese entonces.
Un verano Margarita Salas conoció a uno de los primos políticos de su padre. Era ni más ni menos que el gran científico Severo Ochoa. Durante la comida, Ochoa propuso al Dr. Salas y a su hija, Margarita, que le acompañaran a una conferencia que iba a dar en Oviedo. Los dos aceptaron de buena gana y, al día siguiente, se presentaron en la charla. Tras la charla, que versaba sobre la investigación de Ochoa, Margarita había quedado fascinada. Tanto que, al verla tan entusiasmada, Severo le prometió enviarle un libro de bioquímica en cuanto llegase a Nueva York. Ochoa cumplió esta promesa y, Margarita comenzó a descubrir su interés por la Bioquímica, materia que terminó de enamorarla en cuarto curso, cuando comenzó a estudiarla en la carrera de Química. Pero la Bioquímica no fue lo único que la enamoró durante el cuarto año en Química. Ese año, Margarita conoció al que sería posteriormente su marido y compañero, Eladio Viñuela.
Tras finalizar sus estudios en Química, Margarita Salas comenzó su tesis doctoral en el laboratorio del bioquímico. Alberto Sols, en Madrid. El Dr. Sols no consideraba que Margarita, como mujer, pudiese serle útil en su trabajo, pero Severo Ochoa, quien en ese entonces ya había recibido el Premio Nobel de Fisiología y Medicina, la había recomendado personalmente, así que aceptó a la joven como doctoranda y le asignó un trabajo sencillo, para que no pudiese “fastidiarla”. En el laboratorio del Dr. Sols, Margarita coincidió con Eladio Viñuela. Una vez finalizadas sus respectivas tesis doctorales, en 1963, Margarita Salas y Eladio Viñuela contrajeron matrimonio y, posteriormente, viajaron hasta Nueva York para trabajar con el Nobel Severo Ochoa.
El Dr. Ochoa quería que Margarita y su marido se desarrollasen como profesionales de forma independiente y, por ello, los situó en diferentes grupos de trabajo. Durante su estancia en Nueva York, el matrimonio aprendió del trabajo del Dr. Ochoa y Margarita realizó el primero de sus grandes descubrimientos. Descubrió algo que, actualmente, ya consideramos básico para comprender la Genética: la lectura del ARN mensajero transcurre desde el extremo 5’ hacia el 3’. Eladio y Margarita continuaron trabajando en el laboratorio del Dr. Ochoa hasta que, en 1967, después de tres años en Nueva York, regresaron a España para fundar su propio laboratorio de Biología Molecular. En dicho laboratorio, Margarita y su marido comenzaron a estudiar el virus bacteriófago Phi29.
En esa época, Margarita Salas volvió a comprobar de primera mano la realidad española de aquel entonces. Y es que, aunque tanto ella como su marido eran directores del equipo de investigación que habían fundado, para el resto de la comunidad científica española, ella era solo la mujer del Dr. Viñuela. A Eladio esto le disgustaba y, por ello, en 1970, dejó la investigación del fago Phi29 a cargo de Margarita y comenzó su investigación en el virus de la peste porcina africana.
Tras un tiempo como directora del equipo de investigación del virus bacteriófago Phi19, Margarita y su equipo (en concreto, uno de sus integrantes, el Dr. Luís Blanco) descubrieron una proteína terminal, unida a los extremos del virus. Al parecer, esta proteína era clave para la replicación del virus dentro de la célula. A dicha proteína terminal se unía una ADN polimerasa, una enzima que lleva a cabo la síntesis de las nuevas cadenas de ADN durante la replicación de nuestro genoma.
Durante su investigación, Margarita y su equipo también observaron que la ADN polimerasa del fago Phi129 era capaz de producir hasta millones de copias por minuto de una misma molécula a partir de una muestra ínfima de ADN. En vista de su posible aplicación práctica, Margarita y su equipo patentaron la utilización de esta proteína y sus particulares capacidades, lo que más tarde se tradujo en una gran repercusión económica.
Actualmente la polimerasa del fago Phi29 es utilizada en los procedimientos de MDA (siglas del inglés multiple displacement amplification). Esta técnica sirve para obtener grandes cantidades de un fragmento de ADN de forma más rápida que con una PCR.
Durante los siguientes años y, hasta su fallecimiento, en 2019, Margarita Salas ha participado en diferentes Sociedades e Instituciones. Fue Presidenta de la Sociedad Española de Bioquímica y Directora del Instituto de Biología Molecular del CSIC, entre otros cargos. Además, ha formado a muchos grandes investigadores como la Dra. María Blasco Marhuenda o el Dr. Jesús Ávila de Grado. Margarita Salas ha recibido diversos premios, como el Premio a la Excelencia Química del Consejo General de Colegios Oficiales de Químicos de España o el Premio al Inventor Europeo 2019 en la categoría Logro de Toda una Vida. Tal ha sido su repercusión en la ciencia española que, en 2008, a sus 69 años, fue nombrada por el Rey Juan Carlos I de España, I marquesa de Canero, su pueblo natal.
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