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¿Por qué no somos gigantes? La paradoja de Peto

Rubén Megía González

 

Todo el mundo piensa “Bah, los gigantes no existen”, pero raras veces alguien se pregunta “¿Por qué no existen?”. Dejando de lado que nadie podría vivir en las nubes por cuestiones obvias, sería imposible que el pequeño Jack hubiera encontrado realmente un humano gigante tras escalar por su planta de guisantes. ¿Por qué? Porque los humanos no podemos ser más grandes.

 

¿Por qué no hay humanos gigantes?

 

Como es de esperar, un cuerpo más grande precisa o unas células de mayor tamaño o bien un mayor número de células. Desde luego, la escasa resistencia de nuestra membrana celular y la no disponibilidad de paredes celulares como tienen, por ejemplo, las plantas, nos van indicando que de la primera opción ya podemos ir olvidándonos. Decantémonos, pues, por la segunda opción: cuerpos más grandes con un mayor número de células… Y también una mayor probabilidad de padecer cáncer.

Tanto la teoría como el sentido común nos dicen que un mayor número de células implica también una mayor probabilidad de padecer cáncer. Esto sucede entre las razas de perros. Los perros de razas grandes tienen una probabilidad de padecer cualquier tipo de cáncer mayor a la que tienen los perros de razas pequeñas. De hecho, dentro de los humanos, una persona bajita tiene ligeramente una probabilidad de desarrollar un cáncer inferior a la de una persona alta. ¡Enhorabuena a los bajitos.

Para visualizar mejor lo que pasaría en humanos gigantes os pondré un ejemplo con una probabilidad de que una célula se vuelva cancerígena de un 0,0000000000001%:

Efectivamente, si la tasa de carcinogénesis en humanos fuese sólo del 0,0000000000001% , todas las células tuviesen la misma probabilidad de volverse cancerígenas,, un humano “gigante” de únicamente 3 metros tendría una probabilidad de tener cáncer del 136,8%, tan alta que no podría sobrevivir. Obviamente estoy suponiendo que las condiciones de todos estos humanos hipotéticos son las mismas y no vive ninguno al lado de Chernóbil Si a eso le sumamos que la probabilidad de sufrir cáncer aumenta con la edad… En fin, sería imposible que Jack se topase con un gigante adulto..

Una hipótesis que podría ayudarnos a creer que sí podrían “existir” los gigantes en un mundo basado en leyes físicas y biológicas reales es que fuesen una especie distinta. Y me diréis “Pero seguiría existiendo el mismo problema, a mayor número de células, mayor probabilidad de padecer cáncer”. Pues he de deciros que no es así. Resulta que la idea teórica de que a mayor tamaño del animal, mayor probabilidad de sufrir un cáncer únicamente es aplicable en individuos de la misma especie. A esta particularidad se la denomina la paradoja de Peto.

Hace más de 40 años, un epidemiólogo de la Universidad de Oxford, Richard Peto, se preguntó a sí mismo cómo era posible que un elefante viviera tantos años, mientras que animales pequeños como las mariposas o los ratones vivían tan poco. Investigando en las causas de la muerte en diferentes animales, Peto se dio cuenta de que entre especies, un cuerpo más grande con mayor número de células, no implicaba siempre un aumento de la frecuencia de padecer cáncer. Al contrario, observó que, de forma general, entre especies, a mayor tamaño del animal, menor era la frecuencia de cualquier tipo de cáncer. Esto va un poco en contra de lo que dice la teoría, como os he explicado antes.

 

¿Qué origina esta paradoja?

 

Para decir la verdad, todavía no se conoce con exactitud la causa de que la frecuencia de cualquier tipo de cáncer en los animales de gran tamaño sea menor que en los pequeños. Se han dado diferentes hipótesis, como por ejemplo, un mejor sistema inmunológico, mejor control de la inflamación, un metabolismo con menos radicales cancerígenos, un recambio celular más lento o una mayor dotación de genes supresores de tumores.

Pese a la incertidumbre, un reciente estudio en elefantes ha conseguido arrojar cierta luz sobre este misterio. Se trata del descubrimiento de un gen “zombie” que podría abrir nuevas puertas para tratamientos de prevención del cáncer.

El gen LIF6, nuestro “zombie”, es un gen que perdió su función a lo largo de la evolución. Ahora se ha visto que en elefantes una de sus seis copias es funcional. Durante las divisiones celulares, una de las copias del gen LIF6 sufrió diferentes mutaciones que le hicieron recuperar su funcionalidad, ayudando a los antecesores a prevenir el cáncer y a aumentar con ello su tamaño corporal.

LIF6 se encarga de promover la apoptosis en las células tumorales. Este gen, también conocido como factor inhibidor de la leucemia, está altamente regulado por las distintas copias del gen TP53, un gen supresor de la carcinogénesis. Esta alta regulación favorece la sensibilidad de LIF6 al DNA dañado. Al ponerse en marcha por la actividad de TP53, este gen zombie da como resultado una proteína que acaba con la función mitocondrial en la célula tumoral, produciendo apoptosis.

La apoptosis es una vía de muerte celular provocada por la misma célula. Se trata de un mecanismo que utiliza el organismo para eliminar células innecesarias, pero también anormales, como es el ejemplo de las células cancerosas. De hecho, el cáncer se desata cuando la célula es incapaz de iniciar un proceso de apoptosis, ya que esta eliminaría las células alteradas e impediría su división incontrolada y, por tanto, su propagación.

Volviendo a la posibilidad de que un gigante se diese en el mundo real y no únicamente en el ficticio, estos seres tendrían que tener diferentes mecanismos que evitasen la generación o mantenimiento de las células cancerosas, al igual que los elefantes con los genes LIF6 y TP53. Serían estos mecanismos las que permitirían un mayor tamaño a esta especie ficticia del género Homo a la que nos referimos como “gigantes”.

Y hasta aquí el blog de hoy, medigenétic@s. Ahora solo espero que a partir de ahora cada vez que veais el cuento de “Jack y las habichuelas mágicas” o penséis en la madre del gran Hagrid no os venga a la cabeza este blog y os arruine la experiencia. Desde luego los gigantes existen, aunque únicamente en nuestros mundos de ficción, donde las leyes físicas y biológicas no son tan importantes como el ingenio y la creatividad de los autores.

 

¡Un saludo y nos leemos en la próxima entrada del blog!

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