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“Si no te haces análisis genéticos, te pagaremos menos”

Lucía Márquez

¿Puede tu empresa castigarte si no le cedes tu información genética? Parece el punto de partida de una novela distópica, pero en realidad se trata de un debate que ha ido cogiendo forma en Estados Unidos durante las últimas semanas. La polémica surgió el pasado mes de marzo tras la aprobación de un proyecto de ley por el que se autoriza a las compañías a aplicar distintas sanciones financieras a aquellos empleados que no quieran someterse a pruebas genéticas mientras favorece las recompensas a quienes sí lo hagan. La privacidad genética de millones de estadounidenses podría correr peligro.

Y es que, aunque se asegura que los tests serían voluntarios, la normativa permitiría a las empresas reducir el sueldo de sus trabajadores, multarles u obligarles a contratar cuantiosos seguros de salud complementarios. Vamos, que los ‘rebeldes’ que no acepten realizarse estos análisis podrán verse represaliados por sus jefes mientras los que accedan de buena gana serán premiados por ello.

 

En principio, esta conducta violaría el Acta de No Discriminación por Información Genética (Genetic Information Nondiscrimination Act, GINA por sus siglas en inglés) un marco legal que protegía la intimidad de los trabajadores en cuestiones de ADN. También podría entrar en contradicción con el Acta de los Americanos con Discapacidades Americans with Disabilities Act (ADA). Sin embargo, los impulsores de la ley aseguran que la GINA no afecta a los programas de ‘bienestar en el trabajo’, marco en el que se desarrollaría la nueva ley.

Estos planes de salud laboral, muy extendidos en las compañías estadounidenses, suelen centrarse en promocionar una dieta sana entre los trabajadores así como la realización de ejercicio regular o el control del colesterol. De hecho, incluso existe un capítulo de Los Simpson en el que abordan el asunto. Y, aunque siempre se presentan como cuestiones opcionales para los asalariados, lo cierto es que la empresa puede aplicarles distintas penalizaciones si no se adhieren a ellos. La recopilación de información sobre el ADN formaría parte del diseño y elaboración de estos programas y, por tanto, la privacidad genética quedaría relegada a los intereses de las organizaciones laborales.

 

EE.UU. y Canadá, polos opuestos en privacidad genética

El proyecto de ley resultó aprobado por 22 votos a favor provenientes del Partido Republicano y 17 en contra pertenecientes a los demócratas. Entre las entidades que defiende la nueva normativa se encuentra el American Benefits Council, mientras que uno de sus mayores detractores es la Sociedad Americana de Genética Humana (ASHG).

De hecho, desde la ASGH han denunciado que esta norma permitiría a las empresas realizar “preguntas invasivas acerca de la salud de los empleados y de sus familias, así como sobre las pruebas genéticas que se han realizado previamente. Además, autorizaría a los empleadores imponer severas sanciones pecuniarias a los empleados que decidan mantener dicha información en privado, lo que les podría llevar a los empleadores coaccionar a sus empleados para que proporcionen su información médica y genética”.

Y mientras Estados Unidos allana el camino para la revelación de nuestro ADN a terceros, su vecino Canadá camina en la dirección contraria y busca proteger la privacidad genética de los trabajadores. En concreto, el parlamento canadiense aprobó hace unas semanas la Ley de No Discriminación Genética, una norma que prohíbe que los empresarios obliguen a sus empleados a someterse a pruebas genéticas. Parece que el futuro ya está aquí, pero aún no tenemos claro cómo queremos que sea.

 

privacidad genética en el trabajo

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