Rubén Megía González
Desde que nace hasta sus últimos días, uno de los motivos que impulsa al ser humano a seguir adelante es el deseo por mejorar. Para muchas personas, todo trata de intentar mejorar físicamente, mentalmente e incluso económicamente con el fin de sentirse más “completas”. En el caso del ser humano como especie se puede observar la misma tendencia. Las ciencias médicas, la tecnología, las redes e incluso las artes culinarias son herramientas mediante las cuales la especie humana ha conseguido superar defectos en diferentes ámbitos con tal de mejorar sus capacidades y aumentar su supervivencia.
Todas estas herramientas que he mencionado antes son realmente útiles y han asegurado la supervivencia de muchos individuos, pero ¿hasta qué punto pueden mejorar las capacidades humanas? Esto mismo debió pensar en su día el biohacker y CEO de la compañía biotecnológica Ascendance biomedical, Aaron Traywick. El pasado año, en octubre, Traywick causó polémica en los medios al inyectarse en público un tratamiento génico experimental que había desarrollado su empresa. Esto, desde luego, despertó el interés de muchos por el “biohacking”.
¿Qué es el biohacking?
Definir el biohacking es un tema complicado. Se trata de una tendencia científica que nace a partir del movimiento cultural conocido como transhumanismo, pero añadiendo un toque de los D.I.Y. que encontramos en Youtube (del inglés “Do It Yourself”, “Házlo tú mismo” en español). Los transhumanistas buscan la transformación del ser humano mediante el uso de diferentes tecnologías que le concedan diferentes capacidades tanto físicas como mentales. Y si lo unimos al rollete D.I.Y. que se ha generado últimamente, tenemos el movimiento de los biohackers. Con estos dos pensamientos en mente, al igual que un hacker puede modificar un sistema operativo para darle funciones para las cuales no está expresamente diseñado, los biohackers intentan modificar tanto la propia biología humana (llámese también cuerpo humano) como la biología del entorno para proporcionar diferentes beneficios al ser humano. Seguramente lo primero que se piensa al hablar de “modificación de la propia biología” es de modificación genética, pero esta solo es una de las ramas del biohacking. Otra forma de modificar el organismo humanos son los implantes subdérmicos de dispositivos tecnológicos, como han hecho el ingeniero de software Tim Shank o la conocida biohacker británica Lepht.
Modifica tu genoma
Siendo más específicos, respecto al biohacking genético, hablaremos de Aaron Traywick, el conocido y recientemente encontrado muerto director ejecutivo de la empresa biotecnológica transhumanista Ascendance Biomedical. Para probar la seguridad de los tratamientos que Ascendance Biomedical ofrece, Aaron Traywick se inyectó en una conferencia hace casi dos años un tratamiento experimental que, según él, servía para tratar el herpes mediante ingeniería genética. Traywick, al igual que el resto de seguidores del movimiento pro-biohacking, pensaba que la tecnología debe estar al alcance de todos. Y ese es el lema de Ascendance Medical, “Hacemos tecnologías biomédicas disponibles para todos”.
Modifica su genoma
Al igual que Ascendance Biomedical, muchas otras compañías, como la empresa estadounidense The Odin, ofrecen el “poder” de modificar la biología. Así es, The Odin ofrece la capacidad de obtener kits de ingeniería genética preparados para que puedas utilizarlos en casa. Con estos kits puedes modificar bacterias para que presenten bioluminescencia, tener una rana modificada genéticamente o levaduras fluorescentes. ¡Hasta tienen un kit que te permite descubrir tus propios antibióticos en casa!
Un tema controvertido
El biohacking ha causado gran controversia entre los científicos de todo el mundo. Los transhumanistas como Lepht, biohacker británica que ha implantado en su cuerpo más de 50 dispositivos, tienen claro que la ciencia y la tecnología deben ser accesibles y ofrecer la capacidad de mejorar el cuerpo humano. Algunos artículos comparan los dispositivos de Lepht con los implantes cocleares, que se llevan realizando desde 1957, o las prótesis, pero ¿es correcto proporcionar herramientas biotecnológicas a personas sin la formación necesaria para utilizarlas?
Por otro lado, encontramos a investigadores como Daniel Grajales, Álvaro Jansá y el resto de fundadores de la empresa DIYBIO, el primer grupo de biohackers en España. Y es que, según su punto de vista, ¿no sería óptimo proporcionar a aquellos interesados en la biotecnología materiales y conocimientos que puedan llevar a un descubrimiento que, tal vez, pudiese curar enfermedades hasta ahora incurables? El debate sigue vigente, mientras empresas como Ascendance Biomedical o The Odin continúan ofreciendo al público sus diferentes tratamientos biotecnológicos.
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