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Homo sapiens, el primate gordo

Rubén Megía González

Llega el verano y, con él, montones de michelines rebotan alegremente en nuestras piscinas y playas. Muchos intentan ocultarlos sin éxito y otros se matan en el gimnasio para que desaparezcan, pero muy pocos sabemos la realidad: son nuestro sello de identidad como primates de la especie Homo sapiens. Y no lo digo yo. Que somos uno de los primates más con mayor porcentaje de grasa corporal ya se ha visto en multitud de estudios. Ahora, una nueva investigación de la Universidad de Duke podría explicar por qué.

Para que os hagáis una idea, los primates son animales con un porcentaje de grasa corporal bastante bajo. Bueno, obviamente no es el caso del Homo sapiens. Mientras que otros primates tienen menos del 9% de su masa corporal en forma de reservas de grasa, la media saludable en humanos se estima entre el 14% y el 31%. Incluso los atletas más musculosos tienen un mayor porcentaje de grasa corporal que un chimpancé estándar.

El nuevo estudio, liderado por los investigadores Devjanee Swain-Lenz y Gregory A. Wray, ha logrado explicar una de las causas de que, mientras que el resto de primates disfrutan de un “tipín”, los humanos llegamos a tener tales porcentajes de grasa corporal.

 

 

El equipo de Swain-Lenz y Wray comparó el genoma de macacos, chimpancés y humanos para descubrir cuál era la causa principal de este incremento en nuestras reservas de grasa corporal. En este caso, se utilizó un método curioso: se compararon las regiones de la cromatina que estaban más accesibles en cada una de estas tres especies de primates.

En posts anteriores conocimos los cromosomas, con su característica forma de X. Pues bien, los cromosomas únicamente se encuentran en esa disposición durante la división celular. Entre una división y otra se observan en una masa enmarañada que llamamos cromatina. Cada especie tiene una forma concreta de “enrollar” la cromatina, dejando accesibles o inaccesibles algunos genes para las proteínas encargadas de la transcripción. Esto hace que, por ejemplo,  un gato no tenga igualmente accesible un gen que un macaco y, por tanto, lo exprese en mayor o menor proporción.

Los resultados del estudio de Swain-Lenz y Wray fueron concluyentes: 780 regiones accesibles en macacos y chimpancés están más compactas en humanos. Los autores observaron que entre estas regiones, se encuentran algunas implicadas en la transformación de grasa blanca en grasa parda.

 

 

Se llama “grasa parda” a un tipo de células adiposas que se dedican a mantener la temperatura corporal catabolizando ácidos grasos, al contrario que la “grasa blanca”, que únicamente los almacena. Aunque todos los mamíferos disponen de cierta cantidad de grasa parda, los humanos adultos tenemos tan poca cantidad de adipocitos de grasa parda, que casi se considera que no tenemos. En otras palabras, mientras que el resto de mamíferos almacenan menor cantidad de grasa blanca y consumen ácidos grasos a través de la grasa parda, el ser humano prácticamente solo los almacena en la grasa blanca. Y esto, como Swain-Lenz y Wray han observado, podría ser debido entre otras cosas a que los genes que transforman la grasa blanca en grasa parda son poco accesibles.

 

 

El estudio no se queda aquí. Los autores han intentado explicar el motivo por el que, a diferencia de los macacos o los chimpancés, los humanos hemos evolucionado para almacenar tanto porcentaje de grasa en nuestros cuerpos;  Según el equipo de Swain-Lenz y Wray, nuestros michelines son un efecto secundario de nuestra evolución cognitiva. 

La teoría, expuesta en la discusión del artículo, atribuye la acumulación de grasa blanca a la imperante necesidad de nuestros antepasados de disponer de unas reservas energéticas que pudiesen abastecer a sus cerebros, incluso en condiciones de ayuno. Con el tiempo, la selección natural acabaría seleccionando aquellos individuos que mayores

Sin embargo, no hay que equivocarse. Aunque a muchos les gustaría, no podemos culpar a nuestro genoma de la situación actual. Es cierto que este estudio demuestra que, en contraposición a lo que sucede con otros primates, tenemos un gran porcentaje de grasa corporal debido, en parte, a nuestro genoma, pero esto no indica que, por ello, todos los humanos seamos gordos por naturaleza. Y, obviamente, tampoco justifica la actual prevalencia de la obesidad. Tengamos o no un porcentaje mayor de grasa corporal que otros primates, nuestra dieta y actividad física son los factores que realmente influyen en nuestro estado de salud. Así que ya sabes: este verano, con michelines o no, menos culpar a tus genes y más nadar en la piscina.

 

Fuente:

What made humans ‘the fat primate’?: //www.eurekalert.org/pub_releases/2019-06/du-wmh062619.php

Artículo original:

“Comparative Analyses of Chromatin Landscape in White Adipose Tissue Suggest Humans May Have Less Beigeing Potential Than Other Primates,” Devjanee Swain-Lenz et al. Genome Biology and Evolution, June 24, 2019. DOI: 10.1093/gbe/evz134.

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