Rosario García
Si recordáis el post anterior, las células de una biopsia de adenocarcinoma habían empezado a abrirse paso a los laboratorios de todo el mundo. Mientras Henrietta Lacks fallecía a causa de este cáncer cervical, sus células, las células HeLa, eran partícipes de numerosas investigaciones simultáneas que estaban permitiendo el avance a pasos agigantados de la biomedicina.
Sin embargo, sin que apenas los investigadores se diesen cuenta, las células HeLa habían comenzado a ser una amenaza que invadía todo aquello con lo que entrase en contacto.
El problema que sucedía es que la increíble resistencia de las células HeLa les había permitido contaminar otros muchos cultivos, a nivel global. Las células HeLa eran incontrolables.
Las células podían haber sido transportadas por el aire o en las puntas de algunas pipetas, contaminando el resto de cultivos celulares que pudiera haber en el laboratorio. Por tanto, toda evidencia científica publicada sobre células de cáncer de mama, de cáncer de próstata, etc. podía ser falsa. Los cultivos celulares de muchísimos investigadores podían haber sido células HeLa todo este tiempo.
¿Las dos caras de la moneda?
Las aventuras de las células HeLa continuaron durante 20 años después de la muerte de Henrietta hasta que volvieron a reencontrarse con ella. O más bien, con su familia.
La nuera de Henrietta, Barbara Lacks, coincidió en una cena en casa de una amiga con un investigador, quien, al reconocer su apellido, le informó de todo el recorrido que habían tenido las células de Henrietta. Bárbara, estupefacta , corrió a contarle a su marido y a su suegro que Henrietta seguía viva en las placas de cultivo de numerosos laboratorios alrededor del mundo.
Los Lacks no terminaban de entender la situación, pero especialmente, no entendían como nunca nadie les había informado de nada, incluso después de 20 años. Por ello, llamaron al hospital Johns Hopkins donde habían atendido y tratado a Henrietta años atrás.
Podría decirse que esa llamada llegó justo en el momento adecuado. En esa época estaba empezando a cundir el pánico en la comunidad científica por la contaminación de otros cultivos por células HeLa. Si tan sólo hubiese alguna forma de caracterizar las células HeLa que permitiese distinguirlas del resto de cultivos, se podría confirmar esta contaminación y evitar que muchos estudios fuesen directamente a la basura.
Los Lacks, descendientes directos de Henrietta, eran la clave para poder caracterizar las células HeLa. Por simple genética, con los datos derivados del estudio de muestras de sangre de los Lacks, se podían inferir las características genéticas propias y únicas de las células HeLa. Sin embargo, a los Lacks recibieron la información de forma diferente.
Entonces época no existía el consentimiento informado como tal, por lo que, los médicos y el resto del personal investigador y sanitario no tenían por qué informar a los pacientes sobre los procedimientos y las pruebas. Tampoco tenían por qué decir (y como ya ocurrió con las células de Henrietta que acabaron en el laboratorio de los Gey) para qué iban a servir las muestras tomadas.
Cuando el personal del hospital procedió a las extracciones de sangre, los Lacks creían que era con el propósito de investigar el cáncer de su madre y si era hereditario. Los Lacks pensaban que era para estudiar y prevenir que ellos o sus hijos tuvieran el mismo cáncer que Henrietta. Esas extracciones de sangre fueron lo último que volvieron a saber los Lacks de Henrietta. No supieron que en realidad esas muestras no iban para el estudio del cáncer hereditario, sino para diferenciar las células HeLa del resto. Los Lacks tampoco llegaron a saber de la industria productora de células HeLa que llevaba años obteniendo beneficio económico del tumor de Henrietta.
El legado de Henrietta y las células HeLa
La contribución a la ciencia de las células HeLa es indudable. Se encuentran en placas de cultivo en laboratorios alrededor de todo el mundo y han sido protagonistas de incontables estudios científicos. Algunos de estos estudios e investigaciones han sido premiados incluso con un Nobel. Veamos algunos ejemplos.
Zur Hausen investigó la influencia del virus del papiloma humano (HPV) en la formación de tumores cervicales, el mismo tipo de tumor del que provenían las células HeLa. Este investigador usó las células HeLa en su investigación porque su malignidad y resistencia proviene de que estén infectadas por el HPV. Zur Hausen recibió el premio Nobel de Medicina de 2008 por estas investigaciones.
Las células HeLa también estuvieron presentes en las investigaciones de Elizabeth Blackburn, Carol Greider, y Jack Szostak. Gracias a ellas, los investigadores descubrieron como los cromosomas están protegidos por la telomerasa, y recibieron el premio Nobel de Medicina en 2009. Esta enzima es especialmente activa en las células HeLa y es la que les concede su inmortalidad. Las células HeLa no envejecen gracias a la telomerasa.
Gracias a ensayos en células HeLa, Jonas Salk pudo desarrollar la vacuna para la poliomielitis, aunque nunca recibió el premio Nobel por ello. Gracias a la vacuna que desarrolló Salk terminó la epidemia de polio que había en los años 50 y actualmente, la polio está erradicada de muchos países. Salk pudo probar diferentes cepas del virus de la poliomielitis en las células HeLa hasta encontrar la cepa causante de la enfermedad en humanos. Una vez identificada la cepa, pudo desarrollar la vacuna.
Por otro lado, a Henrietta y a los Lacks hay que agradecerles el consentimiento informado actual. La historia de los Lacks dio mucho que hablar en el campo de la bioética. Se consideraba que el trato que habían recibido era muy injusto y a costa de los intereses de la comunidad científica. Con este debate ético sobre la mesa, se acabó proponiendo e implantando el consentimiento informado. El consentimiento informado debe entregarse a todos los pacientes y permite que éstos tengan control sobre su propio tratamiento.
Finalmente, una curiosidad. Las células HeLa han sido tan relevantes que algunos científicos, como Leigh Van Valen, las consideran una nueva especie. Incluso se ha propuesto un nombre: Helacyton gartleri. ¿Por qué hay investigadores que las consideran especie? Porque las células HeLa no tienen el mismo número de cromosomas que las células humanas (las células HeLa tienen 80 y las células humanas típicas tienen 46); porque las células HeLa tienen su propio nicho ecológico: el laboratorio, y porque estas células tienen la capacidad de replicarse indefinicademente y pueden crecer más allá de lo que los investigadores quieran.
Una historia para reflexionar
La historia de Henrietta Lacks puede ser triste, pero plantea muchos temas importantes para reflexionar. Cada cierto tiempo resurge el mismo debate que hubo sobre las células HeLa, con diferente nombre. ¿Hasta qué punto puede avanzar la ciencia sólo por el hecho de avanzar? ¿En qué momento debe intervenir la ética y regular las ambiciones de la comunidad científica? ¿Es un freno al desarrollo científico o una regulación necesaria?
Cuando miramos atrás todo está muy claro. “¿Cómo es que no se dieron cuenta?” nos preguntamos a veces. Por ello deberíamos tener presente a Henrietta en las cuestiones que van surgiendo actualmente y no olvidar su caso, y el de muchas otras personas, a la hora de tomar decisiones.
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