Rondaba el año 2000 cuando la embarazada Lydia Fairchild, tras una relación que tuvo como resultado dos hijos, decidió poner fin a su matrimonio. Tras esta separación, la mujer decidió exigir al gobierno algunos beneficios como madre soltera. Uno de los requisitos solicitados para recibir estos beneficios fue una prueba de ADN que comprobara que esos dos hijos eran realmente suyos.
Imagina la cara que se le quedaría a Lydia cuando le dijeron que ninguno de los dos niños era suyo. ¿Y las náuseas? ¿Y el parto? Lydia sabía que era ella quien los había gestado, pero la prueba de ADN decía lo contrario. Como resultado de estas pruebas, Lydia fue puesta en duda y se le acusó de fraude. Para evitar la falsificación de los datos un oficial acompañó a Lydia mientras daba a luz en su tercer parto. El resultado de las pruebas de ADN realizadas al nuevo hijo de Lydia impactó aún más al tribunal. Según la prueba, ese hijo tampoco era suyo.
¿Qué estaba pasando? El embarazo había sido monitorizado. Lydia había dado efectivamente a luz a un hijo que no era suyo. ¿Alienígenas? ¿Fecundación vía paloma de la paz? No. Esta vez la genética era la respuesta. Lydia era lo que se conoce como una quimera.
Seguramente cuando te hablo de quimera piensas en un engendro con cabeza de león y cola de serpiente cuyo cuerpo es el de una cabra. Bueno, siento comunicarte que Lydia no tenía cabeza de rinoceronte ni aletas de pez. En términos biológicos una quimera es un organismo formado por dos o más poblaciones celulares genéticamente distintas. Esto es que algunos tejidos de los organismos quimera como Lydia tienen células cuya información genética es diferente a la de células de otros tejidos.
¿Cómo sucede esto del quimerismo? Pues, como siempre, nos remontaremos al momento de la fecundación.
En este caso, más que de “la fecundación”, hablaríamos de “las fecundaciones”. Efectivamente, la madre de Lydia había producido dos óvulos e iba a tener gemelas. ¿Qué pasó? En el desarrollo de los embriones, ambos se fusionaron por error, dando lugar a un único individuo: Lydia, una quimera. De esta forma, se produjo el extraordinario fenómeno que hacía a las células que daban lugar a los óvulos en Lydia diferentes genéticamente a las de su piel o sangre. Por eso, al realizar las pruebas de ADN a sus hijos, estas resultaban negativas. Sus descendientes eran de una primera “hermana gemela” cuyas células dieron lugar a los ovarios, mientras que las muestras tomadas de Lydia eran de otra segunda “hermana” que dio lugar a otros órganos.
Actualmente no está claro cuál es el porcentaje estimado de humanos que presentan quimerismo, aunque sí que su frecuencia es relativamente baja. De todos modos, ¿Quién sabe? Quizás tengamos una quimera más cerca de lo que pensamos.
Fuentes: The Case of Lydia Fairchild and Her Chimerism. https://embryo.asu.edu/taxonomy/term/146660