La era de la innovación, la investigación y el desarrollo de nuevos fármacos está favoreciendo que los seres humanos seamos cada vez más longevos. Y esto es gracias, en parte, a que muchas de las infecciones que hace no muchos años eran la principal causa de muerte han pasado a ser enfermedades crónicas controladas por un tratamiento especializado, o incluso, se han convertido en enfermedades con una cura definitiva.
Pero no hay que olvidar que los patógenos causantes de estas patologías son también seres vivos que, como el resto de organismos de este planeta, viven en constante evolución. Una evolución que implica la adaptación, mediante mutaciones en el genoma, a los cambios que aparecen en el ambiente. Cambios que favorecen que los seres vivos más especializados a dicha alteración del entorno consigan sobrevivir, y transmitir a la descendencia esa característica que les ha supuesto una ventaja frente al resto.
¿Y a que viene la resistencia a antibióticos?
La aparición de los antibióticos, como fármacos utilizados para prevenir y combatir las infecciones bacterianas, supone un cambio en el ambiente para estos microorganismos, los cuales deben evolucionar y adaptarse al mismo si quieren sobrevivir. Es por ello, que debemos promover el uso racionalizado de estos medicamentos, de tal forma que podamos prevenir y retrasar este hecho, mientras se buscan nuevas terapias para aquellas cepas más “fuertes” y difíciles de tratar.
¿Y si no lo hago?
A día de hoy, la resistencia a antibióticos es un fenómeno natural considerado como una de las mayores amenazas para la salud mundial y la seguridad alimenticia. Es una problemática que, por un lado, está poniendo en riesgo los logros de la medicina moderna y, consecuentemente, volverá aumentar las tasas de mortalidad. Si no se consigue disponer de antibióticos eficaces, otras prácticas médicas como las intervenciones quirúrgicas o ciertos tratamientos específicos como la quimioterapia resultarán cada vez más complicados y difíciles de llevar a cabo, con una alta probabilidad de éxito como la que existe actualmente.
Por otro lado, también supone un impacto económico grave para los sistemas sanitarios, ya que estas infecciones precisarán de una atención sanitaria más especializada, sin contar que prolongarán las estancias hospitalarias y la duración de los tratamientos con medicamentos cada vez más caros.
Por esta razón la resistencia a antibióticos nos concierne a todos tanto a nivel individual como mundial, ya que las bacterias causan patologías en nosotros mismos, independientemente de la edad, el sexo u el origen, y pueden, además, estar presentes en los alimentos que consumimos, así como en los animales que nos rodean. Si no se toman medidas urgentes, el mundo está abocado a una era post-antibióticos en la que muchas infecciones comunes y lesiones menores volverán a ser potencialmente mortales. Es por ello, que se requieren esfuerzos tanto por nuestra parte como por parte de las naciones.
Pero no todo está perdido…
La OMS (Organización Mundial de la salud) recomienda:
- Tomar antibióticos únicamente cuando los prescriba un profesional sanitario certificado bajo las instrucciones establecidas por el mismo.
- No utilizar los antibióticos que hayan sobrado de otros tratamientos, e incluso, procedentes de otros familiares, amigos, etc.
- Prevenir las infecciones mediante la vacunación, el lavado de las manos, la seguridad durante las relaciones sexuales y una buena higiene alimentaria.