Gigantas de la Genética

Sofía M. Álvarez Ríos

En diciembre de 2015, la Asamblea General de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) decidió establecer el 11 de febrero como Día Internacional anual para reconocer y reivindicar el rol crítico que juegan las mujeres y las niñas en la ciencia y la tecnología. Hay quien podría pensar que en pleno 2021 la brecha de género es cosa del pasado, sin embargo, aquí van algunos datos que demuestran lo contrario:

  • Sólo el 7.5 % de los referentes culturales y científicos que aparecen en los libros de texto de la ESO son mujeres
  • En la actualidad, menos del 30 % de los investigadores en todo el mundo son mujeres.
  • En 2017, Rosa Méndez se convirtió en la primera mujer en la historia de España en presidir un organismo público de investigación, al ponerse al frente del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).
  • En los ochocientos años de historia de la Universidad en España, ha habido 19 rectoras y la primera de ellas ocupó el cargo en 1982. Según datos de 2018, de las cincuenta universidades públicas de España, solo nueve de ellas están regidas por una mujer.
  • De las 923 personas premiadas con un nobel a lo largo de la historia, solo 54 son mujeres.

Por todo ello, desde Genotipia queremos aprovechar este importante día, no solo para reivindicar el papel de la mujer y la niña en la ciencia, sino también para hacer un homenaje a algunas de las mujeres, cuyos trabajos e investigaciones en genética les llevaron a hacer importantísimos avances en este campo.

Es importante aclarar que en este artículo solo se nombran algunas mujeres científicas, pero ha habido muchísimas más, y probablemente haya un número significativo de ellas cuyas contribuciones a la ciencia ni siquiera hayan quedado registradas con su nombre, y por tanto hayan sido silencias y atribuidas a otras personas. Este artículo va por todas ellas.

Si quieres conocer las apasionantes historias de vida de muchas de estas mujeres de distintas épocas y países, pincha en sus nombres y descúbrelas en nuestra categoría “Figuras de la Genética”.

Nettie Stevens fue una genetista estadounidense reconocida como unas de las primeras personas que descubrieron las bases cromosómicas que determinan el sexo, lo que permitió desarrollar y ampliar los campos de la embriología y la citogenética.

Barbara McClintock propuso la existencia de los llamados elementos transponibles o transposones en sus estudios en maíz a mediados del siglo XX. El hallazgo fue primordial porque permitió establecer uno de los principales pilares de la genética moderna.

Esther Lederberg llevo a cabo estudios pioneros en genética bacteriana. Sus contribuciones más notables incluyen el descubrimiento del virus bacteriófago λ, la transferencia de genes entre bacterias por transducción especializada, el desarrollo del método de réplica en placa para el cultivo de bacterias y el descubrimiento del plásmido F o factor de fertilidad.

Rosalind Franklin, química británica, llevó a cabo importantísimos trabajos con imágenes por difracción de rayos X. En 1952 realizó la ya famosa fotografía 51, esencial para la comprensión de la estructura del ADN. Actualmente, es cada vez más conocido el hecho de que la aportación de Franklin no fue lo suficientemente reconocida.

Marthe Gautier es una médica francesa que en 1959 fue una de las protagonistas del descubrimiento del cromosoma supernumerario responsable del síndrome de Down, realizado trabajos en colaboración con el pediatra y genetista Raymond Turpin y el genetista Jérôme Lejeune.

En la segunda mitad del siglo XX los descubrimientos científicos relevantes se sucedían a un ritmo casi frenético.

Mary Lyon consiguió describir en 1960 uno de los mecanismos que traían de cabeza a muchos investigadores de su época: la inactivación de un cromosoma X en mujeres.

Margarita Salas, la única española que figura en esta lista, descubrió una de las ADN-polimerasas más utilizadas para amplificación de fragmentos de ADN y trabajó en el laboratorio del Nobel Severo Ochoa.

Linda Diane Brown Buck es una bióloga estadounidense mundialmente conocida por sus trabajos sobre los genes implicados en nuestro sistema olfativo. En 2004 obtuvo el premio Nobel de Fisiología y Medicina junto a Richard Axel por esta contribución.

Christiane Nüsslein-Volhard es una bióloga alemana, que fue co-ganadora del premio Nobel de Medicina en 1995 por sus descubrimientos sobre el control genético de las primeras etapas del desarrollo embrionario.

Elizabeth Blackburn es una bioquímica australiana. Fue descubridora de la telomerasa, una enzima que forma los telómeros durante la duplicación del ADN, lo que le valió el Premio Nobel de Medicina en 2009.

Estas mujeres trabajaron en épocas y lugares muy distintos. Mientras Nettie Stevens tomaba notas a mano en un cuaderno para tratar de entender la determinación del sexo en los embriones, aún no se conocían ni la composición ni la estructura del ADN, ni se había formulado la teoría cromosómica de la herencia, ni se habían inventado los ordenadores, ni muchísimo menos internet. El presidente Roosevelt acababa de comenzar su segundo mandato, las mujeres llevaban corsé y vestido largo, y faltaba solo una década para el comienzo de la primera guerra mundial. Elisabeth Blackburn, en cambio, nació muchos años después de la muerte de Nettie Stevens y llevó a cabo sus estudios sobre la telomerasa en un laboratorio moderno. Para desarrollar su investigación contaba con Pubmed y Google, es decir, contaba con todo el conocimiento de la comunidad científica del mundo entero a un solo clic.

Sin embargo, pese las grandísimas diferencias marcadas por las épocas en las que trabajó cada una de estas mujeres, todas tienen algo en común: el hecho de haber tenido que luchar e imponerse para defender su trabajo, en un mundo dominado mayoritariamente por los hombres.

Además, algunos de sus descubrimientos fueron atribuidos a hombres de su entorno, a sus maridos o a sus colaboradores. Por ejemplo, la necrológica que se publicó por la muerte de Esther Lederberg en 2006 rezaba: «El trabajo de Esther Lederberg fue pionero en el campo de la genética, pero fue su marido quien recibió el premio Nobel.» Él ni siquiera la nombró en el discurso de agradecimiento. Tampoco Watson y Crick nombraron a Rosalind Franklin en su discurso, ni la importancia que tuvo la fotografía 51 para entender la estructura del ADN.

Eladio Viñuela, el marido de Margarita Salas, abandonó voluntariamente el proyecto que realizaban juntos para el desarrollo de la ADN polimerasa, consciente de que se le otorgaría a él todo el mérito y la atención mediática.

Algo incluso peor le ocurrió a Marthe Gautier, que confió en su compañero Jerome Lejeune para que fotografiase las muestras de su trabajo, que probaban que la trisomía del par 21 era la responsable del síndrome de Down. Jerome presentó las imágenes y otros datos de la investigación de Marthe Gautier como suyas en el International Human Genetics Conference de 1958, durante el cual fue considerado como descubridor de la trisomía. Marthe Gautier ha declarado que nunca llegó a ver esas fotografías.

Aún queda mucho por reivindicar y trabajar para eliminar la brecha de género por completo, pero la tendencia parece ir mejorando poco a poco, puesto que el trabajo de las mujeres cada vez está más reconocido, y eso se pone de manifiesto también en los premios. Quedémonos con buen sabor de boca recordando que en 2020, Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna fueron premiadas con el Nobel de Química por el desarrollo de la tecnología CRISPR-Cas9. 

 

 

Enlaces de interés:

  • Ana López-Navajas, Análisis de la ausencia de las mujeres en los manuales de la ESO: una genealogía de conocimiento ocultada, Revista de Educación, nº363, enero-abril, 2014.
  • Científicas en Cifras, 2017. Estadísticas e indicadores de la (des)igualdad de género en la formación y profesión científica. Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.
  • https://www.un.org/es/observances/women-and-girls-in-science-day

 

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