Lucía Márquez Martínez, Genética Médica News
Francesc Palau es pediatra y Doctor en Medicina por la Universitat de València. En la actualidad, ejerce como director científico del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Raras (CIBERER). Además, dirige el Instituto Pediátrico de Enfermedades Raras (IPER) del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, centro en el que es jefe del Servicio de Medicina Genética y Molecular.
En 2004 recibió el Premio Reina Sofía de Investigación en Deficiencias y ha sido galardonado por diversas entidades, entre las que destacan la Asociación Española de Genética Humana, la Federación Española de Enfermedades Raras y la Sociedad Valenciana de Pediatría.
Considerado uno de los grandes especialistas españoles en enfermedades raras, el trabajo de Palau se centra en las patologías neuromusculares, especialmente en la enfermedad de Charcot-Marie-Tooth, la ataxia de Friedreich y la distrofia muscular de Duchenne.
¿Qué proceso se sigue para diagnosticar una enfermedad rara?
El proceso es muy similar al de cualquier otra enfermedad. Si queremos realizar un diagnóstico correcto es imprescindible la comunicación con el paciente y sus parientes para conocer qué síntomas están notando. A continuación, debemos realizar una exploración clínica dirigida a los órganos que aparentemente están afectados, para ver si los signos que muestran se corresponden con alguna patología concreta. Una vez establecida nuestra hipótesis diagnostica, realizamos exploraciones complementarias de tipo radiológico, electrofisiológico etc.
Sin embargo, a la hora de diagnosticar, el aspecto que hace diferentes a las enfermedades raras es la especial relevancia que adquieren los antecedentes familiares y la construcción del árbol genealógico de cada paciente. De igual modo, también cobra mayor importancia la petición de pruebas genéticas.
Una vez establecido un diagnóstico, ¿cómo se inicia el tratamiento de este tipo de patologías?
En el caso de las enfermedades raras, además de las prescripciones farmacológicas y nutricionales que podemos aplicar para otras dolencias, considero que también es importante contemplar el Consejo Genético como parte del tratamiento. Proporcionar la información adecuada a pacientes y familias les ayuda a tomar decisiones muy importantes para poder desarrollar un proyecto de vida, por ejemplo a nivel reproductivo.
Si manejas bien los datos, explicar el porqué de las enfermedades y las consecuencias que conllevan es muy útil para los afectados y sus parientes. Es más, creo que el Consejo Genético puede ser muy terapéutico para estas personas.
¿Cree que las familias afectadas por una enfermedad rara conocen la importancia del asesoramiento genético?
Obviamente tanto los pacientes como sus familias preferirían que pudiéramos curarles, pero, cuando esto no es posible, agradecen mucho el contar con toda la información disponible y, de hecho, muchas veces son ellos los que la solicita. En los últimos años ha ido en aumento el interés por recibir un asesoramiento genético completo y de calidad.
¿Qué papel juega el CIBERER en la investigación sobre este tipo de patologías?
Es una entidad que juega un papel esencial pues no solamente fomenta la investigación en los grupos que lo componen, sino que también facilita y promueve la capacidad de comunicación y coordinación entre ellos. Así, la cooperación entre los distintos equipos de trabajo – ya sea en investigación básica o en ensayos clínicos- revierte en una mejor producción científica y en la generación de conocimiento.
La baja prevalencia es el factor esencial, pero, ¿qué otros rasgos comparten todas las enfermedades raras?
Efectivamente, la baja prevalencia es el signo básico que las aúna, pero, más allá de eso, la gran mayoría de enfermedades raras son de origen genético, son crónicas, en sus estadios más graves pueden ser muy invalidantes y se inician en la edad pediátrica, es decir, hasta la adolescencia.
Además, la cronicidad en las enfermedades raras no puede compararse con la que sufre una persona mayor que desarrolla una patología con setenta años. Los pacientes con enfermedades raras viven toda su existencia, o la mayor parte de ella, con síntomas graves. Así, otro rasgo en común de muchas enfermedades raras es lo mucho que afectan a la calidad de vida de quienes la sufren.
No podemos decir que estos factores sean comunes a todas las enfermedades raras, ya que este término abarca múltiples dolencias, pero sí a una parte importante de ellas. El concepto de ‘enfermedades raras’ es un paraguas que ayuda a entender cosas comunes que les pasan a personas con distintos problemas de salud.
¿Cuáles son las enfermedades raras más comunes? ¿Qué otras patologías destacaría como especialmente poco frecuentes?
Entre la que tienen una prevalencia más elevada podemos encontrar algunas bastante conocidas como la fibrosis quística. También cuentan con una prevalencia relativamente alta algunas enfermedades neurológicas como la neuropatía de Charcot-Marie-Tooh. De las menos prevalentes, se puede citar la atrofia muscular espinal, por ejemplo, pero hay muchísimas más, es difícil destacar una sola.
Lo bueno del concepto de ‘enfermedades raras’ es que ha conseguido llamar la atención sobre patologías poco frecuentes que por sí solas no despertarían tanto interés ciudadano ni lograrían tanto reconocimiento a nivel político o institucional.
De hecho, en los últimos años se ha empezado a hablar mucho más de las enfermedades raras, parece que se empieza a popularizar este término ¿a qué cree que se debe?
En primer lugar, creo que es porque había un sustrato en el sistema sanitario que cuidaba y atendía a estas personas. A partir de esta base se ha podido trabajar en la difusión de las enfermedades raras. Pero sobre todo, se debe al esfuerzo de los afectados y de sus familias, que han luchado para tener una presencia social importante. Así, han ido tomando conciencia de sus problemas y han aprendido a organizarse y a apoyarse mutuamente.
Creo que en estos años, tanto los pacientes de enfermedades raras como sus familiares se han empoderado. En un momento dado, decidieron coger el toro por los cuernos y convertirse en los protagonistas de su propia situación vital para poder participar en la toma de decisiones que les afecten e influir en el espacio político.
Dirige el Instituto Pediátrico de Enfermedades Raras (IPER), ¿cómo cree que deben abordarse las enfermedades raras en niños? ¿Qué diferencias encuentra en el tratamiento con adultos?
Para empezar, muchas veces el paciente, por su corta edad, no tiene capacidad individual para tomar decisiones por su cuenta, así que la relación del médico con los padres debe ser muy intensa. Además, se debe tener en cuenta que son enfermedades que, con mejor o peor pronóstico, vas a estar presentes a lo largo de toda la vida del afectado.
Desde el IPER abordamos tres escenarios. En primer lugar, tenemos niños que ya tienen un pronóstico confirmado, por lo que nuestra prioridad es estructurar su manejo clínico en el marco del hospital. Así, debemos coordinar la acción de los especialistas que van a tratarles como un grupo multidisciplinar de trabajo. Para ello nos ayuda una gestora de casos que garantiza una atención sanitaria completa e integral.
Por otra parte, también encontramos a niños que todavía no tienen un diagnóstico claro a pesar de haberles realizado distintas pruebas. Es decir, se sospecha que padecen alguna enfermedad rara, pero los datos no nos permiten asegurar cuál es. En esos casos, debemos llevar a cabo una búsqueda más exhaustiva en el genoma para ver si con las técnicas existentes en secuenciación masiva es posible encontrar las mutaciones genéticas que han causado su enfermedad.
El tercer escenario en el que se desenvuelve el IPER es el de la investigación, pues a través del personal del centro desarrollamos distintos proyectos sobre algunas enfermedades raras.
Gran parte de su trabajo se centra en el campo de la neurogenética, ¿conocemos bien los mecanismos moleculares de nuestro cerebro o sigue siendo un gran desconocido?
Aunque ya sabemos mucho sobre él, todavía es un gran enigma. Conocemos cómo se dirigen los impulsos nervios, por ejemplo, pero hay toda una serie de aspectos biológicos y patológicos relacionados con el cerebro que aún no hemos logrado desentrañar.
En el caso de las enfermedades raras, conocer bien los mecanismos cerebrales nos ayudaría mucho a abordar los problemas cognitivos que traen aparejadas muchas de estas dolencias. Y de igual modo, el estudio de las enfermedades raras que afectan al sistema neurológico puede ayudar mucho a comprender el desarrollo del cerebro y de la capacidad intelectual.
En este sentido, conocer mejor el funcionamiento del cerebro, también resultaría muy útil para tratar el autismo, los trastornos del lenguaje y del aprendizaje e incluso dolencias como el Párkinson.
Tres de las patologías sobre las que investiga son la neuropatía de Charcot-Marie-Tooh, la ataxia de Friedreich y la distrofia muscular de Duchenne, ¿las investigaciones sobre estas tres enfermedades están avanzando a la misma velocidad o hay alguna que lleve la delantera?
Desde el punto de vista de la comprensión de la complejidad genética, se ha avanzado mucho con la enfermedad de Charcot-Marie-Tooh, pues ya se han identificado alrededor de 80 genes que la pueden provocar. En cambio, en las otras dos patologías solamente conocemos un gen implicado en cada una de ellas.
Respecto a la comprensión biológica o fisiopatológica de la ataxia de Friedreich, yo diría que es menos conocida que las otras dos. Y desde el punto de vista de las nuevas terapias génicas o moleculares, ha habido muchos más avances en la distrofia muscular de Duchenne, aunque sin resultados clínicamente significativos de momento.