N-GENE presentó en el XXIII Congreso Internacional de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad su nuevo informe de longevidad, que analiza diferentes ejes de la genética y envejecimiento en cada persona para adaptar las estrategias y recomendaciones.
Durante años, la medicina del envejecimiento se ha centrado en medir “lo visible”: colesterol, tensión arterial, peso, masa muscular. Sin embargo, el ritmo del envejecimiento ocurre a nivel molecular, donde influyen la genética, la inflamación y la capacidad del organismo para reparar el daño celular.
Hoy, gracias a la genética, es posible identificar qué pacientes presentan una predisposición a envejecer más rápido, no por la edad cronológica, sino por cómo responden sus células al estrés, la inflamación o el daño del ADN.
Recientemente, se celebró en Madrid el XXIII Congreso Internacional de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad. Desde N-GENE no podíamos faltar, ya que se trata de un punto de encuentro imprescindible para profesionales de la salud, donde se comparten los últimos avances en prevención, longevidad y medicina personalizada. Además, fue la ocasión perfecta para presentar el nuevo informe de Longevidad que saldrá próximamente para nuestros clientes.

La genética del envejecimiento
Cada persona nace con un “perfil de envejecimiento” influido por variantes genéticas en genes implicados en el control del estrés oxidativo, la inflamación y la longitud de los telómeros.
Estas variantes no determinan la edad que alcanzaremos, pero sí modulan la velocidad a la que acumulamos daño celular, condicionando nuestra resiliencia frente al paso del tiempo.
Por ejemplo:
- Variantes en SOD2 o GPX1 pueden reducir la eficiencia antioxidante mitocondrial.
- Polimorfismos en IL6 o TNF-α elevan el tono inflamatorio basal (el llamado inflammaging).
- Alteraciones en TERT pueden alterar la dinámica telomérica, vinculando envejecimiento celular con riesgo tumoral.
Estos hallazgos permiten identificar el eje dominante del envejecimiento de cada paciente, y adaptar las estrategias y recomendaciones en consecuencia.
De la genética a la medicina de precisión en longevidad
La medicina de precisión en longevidad no solo se basa en secuenciar genes, sino en traducir esa información en acciones clínicas individualizadas.
Por ejemplo:
- En portadores de variantes proinflamatorias (IL6-G/G o TNF-A/A), puede priorizarse la modulación inflamatoria no farmacológica (dieta mediterránea rica en polifenoles, ejercicio de resistencia moderada, control de microbiota).
- En pacientes con menor capacidad antioxidante (SOD2 o GPX1 de riesgo), conviene reforzar la función mitocondrial con intervenciones como suplementación con coenzima Q10, ayuno controlado o restricción calórica leve.
- En casos con variantes teloméricas activas (TERT-C), la vigilancia oncológica y la reducción de exposición a carcinógenos adquieren un papel prioritario.
El enfoque integrador —genética, clínica, hábitos y biomarcadores— permite definir “qué necesita realmente ese paciente para envejecer mejor”, más allá de la edad o del aspecto físico.
La visión de N-GENE para evaluar la longevidad
Desde N-GENE, la evaluación genética de longevidad integra distintos niveles de información:
- Eje de daño biológico: estrés oxidativo y relojes epigenéticos como GrimAge
- Eje inflamatorio-tumoral: variantes en IL6, TNF, TP53 o TERT
- Eje neurocognitivo: haplotipo APOE y CLU
Esta matriz permite clasificar el perfil de envejecimiento en cuadrantes, facilitando a las clínicas una lectura clínica inmediata y un plan de actuación individualizado.
En la práctica, significa pasar de protocolos “por edad” a estrategias por biología.
El futuro de la longevidad no se medirá en años, sino en resiliencia biológica.
Y eso requiere integrar tres pilares:
- Genética, para conocer la predisposición.
- Biomarcadores, para medir el impacto.
- Estilo de vida personalizado, para intervenir sobre lo modificable.