Amparo Tolosa, Genotipia
Hoy se cumplen 25 años del nacimiento de la oveja más famosa de la ciencia: la oveja Dolly, el primer mamífero en ser clonado a partir de una célula adulta.
La creación de Dolly marcó un hito muy importante para Biología. Demostró que el núcleo de una célula adulta, especializada, mantiene la capacidad para generar un nuevo individuo y que es posible reprogramar ese núcleo a un estado embrionario pluripotente.
El legado científico y tecnológico derivado de la oveja Dolly está presente en nuestros días en numerosos laboratorios y aproximaciones biomédicas. Además, para muchos de los que lo vivieron, el nacimiento de Dolly dejó una huella indeleble sobre cómo avanza la ciencia y cuál es su impacto en la sociedad.
Con motivo del aniversario del nacimiento de Dolly hemos preguntado a varios investigadores cómo vivieron el anuncio del primer mamífero adulto clonado y qué impacto creen que ha tenido sobre nuestros días.
22 de febrero de 1997 – Se anuncia el nacimiento de Dolly
La oveja Dolly nació el 5 de julio de 1996. No obstante, su nacimiento y las implicaciones científicas del mismo, no se hicieron públicos hasta el 22 de febrero de 1997, cuando el Instituto Roslin lanzó un comunicado oficial, coincidiendo con la publicación del artículo científico donde se describían los detalles de los experimentos que llevaron a Dolly.
Susana Rodríguez Navarro, directora de la Unidad de Expresión Génica y Metabolismo de ARN en el Instituto de Biomedicina de Valencia, vivió el anuncio del nacimiento de Dolly realizando su tesis doctoral en la Universidad de Valencia. Rodríguez recuerda especialmente el impacto social que tuvo la noticia. “Recuerdo que fue una noticia impresionante y muy comentada ya que reavivó muchas cuestiones éticas sobre el poder de la ciencia”, señala la investigadora. “En todos los telediarios salían expertos explicando cómo se había realizado la clonación y recuerdo que tanto amigos como familiares nos preguntaban a los científicos que si se iban a poder clonar personas”. Rodríguez destaca también el hecho de que un hito científico ocupase tanto espacio en las noticias y lo recuerda con mucha alegría. “Todo el mundo conocía a la oveja Dolly, su raza y su color”.
Gemma Marfany, catedrática de Genética en la Universidad de Barcelona, acababa de empezar su trabajo como profesora en esta universidad. Recuerda que compartió la noticia con sus alumnos. “Con la sorpresa de la noticia y la ilusión de ser docente, recuerdo cómo llegué a clase y se lo comuniqué a los alumnos. Estuvimos toda la hora discutiendo el artículo científico, sus bases biológicas, y lo que implicaba”, destaca Marfany. “Hablamos del contexto, de transgénesis en mamíferos para obtener proteínas recombinantes en la leche (el Instituto Roslin era especialista) y también hablamos de cuestiones bioéticas”.
Marfany se había preparado esa clase durante toda la noche para poderla compartir con sus estudiantes. “Tengo un excelente recuerdo del momento en que vi cómo los estudiantes se quedaron quietos y en silencio escuchándome, con los ojos abiertos, con estrellitas danzando en sus pupilas”, señala la investigadora. Posteriormente, el Departamento de Genética de la Universidad de Barcelona invitó a Ian Wilmut, el científico más visible del equipo que clonó a Dolly, a dar una conferencia y Marfany recuerda que el Aula Magna donde se celebró la ponencia se llenó por completo de profesores y alumnos, con gente sentada en los pasillos y las escaleras.
En el caso de Lluís Montoliu, investigador del Instituto Nacional de Biotecnología, el anuncio del nacimiento de Dolly coincidió con un momento importante en su carrera profesional. El artículo científico con los detalles de la creación de Dolly se publicó el 27 de febrero de 1997, pocos días después de que Montoliu tomara posesión de su plaza de científico titular del CSIC y se incorporara al que sigue siendo su lugar de trabajo. Montoliu recuerda tener la sensación, compartida con otros, de que se había logrado algo imposible hasta aquel momento en mamíferos. “Tras los éxitos de Gurdon en anfibios en los años 60 parecía que la transferencia nuclear no iba a funcionar nunca en mamíferos, y así lo había declarado un investigador de prestigio en el campo, Davor Solter, pero se equivocó”, señala el investigador, amplio conocedor de los avances que llevaron a la obtención de Dolly, que ha compartido a través de diferentes artículos de divulgación. “La serendipia y la perseverancia tuvieron su premio y nació Dolly, una entre varios centenares de embriones reconstruidos fallidos, pero suficiente para demostrar que las ideas que manifestó el embriólogo alemán Spemann en los años 30, 60 años antes de que naciera Dolly, eran ciertas. Que era posible usar núcleos de células adultas para forzarlos a sostener, de nuevo, todo un desarrollo embrionario para dar lugar a un nuevo ser vivo, con la misma información genética nuclear”.
Montoliu conocía a los investigadores que participaron en el descubrimiento. “Había coincidido con ellos en reuniones internacionales en años anteriores, particularmente una en Melbourne en Australia en 1993 en la que ya hablaron de sus intentos de clonación en ovejas, mientras yo estaba en mi postdoc en Heidelberg, Alemania”, indica el investigador. “Posteriormente seguí en contacto con muchos de ellos, principalmente Wilmut y Schnieke, con quienes he seguido coincidiendo en diversas reuniones internacionales”.
Manuel Pérez, catedrático de Genética en la Universitat de València y entonces profesor en esta misma universidad, recuerda que sus primeros pensamientos tras ver que había sido posible clonar un mamífero fueron considerar que se abría el camino para la clonación de otros mamíferos, así como una la puerta para que la tecnología en algún momento pudiera llegar ser capaz de clonar seres humanos. “No embriones. Adultos”, destaca.
¿Qué impacto se pensó que tendría el nacimiento de Dolly?
El anuncio de Dolly se produjo en un contexto científico y social concreto. La ingeniería genética y la biotecnología empezaban a proporcionar frutos, como por ejemplo la producción de las primeras vacunas recombinantes (como la de la hepatitis B) o el desarrollo de los primeros alimentos transgénicos. Otro proyecto que estaba en marcha y prometía proporcionar grandes resultados era el de la secuenciación del genoma humano. ¿Qué implicaciones se pensó entonces que tendría el descubrimiento de la reprogramación celular?
Susana Rodríguez indica que el nacimiento de Dolly le recordó uno de los trabajos que había realizado durante sus estudios de Biología, que trataba sobre las moratorias acordadas para retrasar algunos avances científicos por las cuestiones éticas derivadas de la clonación y principalmente de la terapia génica y la ingeniería genética. “Pensé que se abría una nueva etapa en la que sería muy difícil posponer los avances relacionados con las clonaciones”, señala la científica. “Por supuesto en ese momento se planteaban muchos escenarios futuristas y algunos realmente de ciencia ficción. Se hablaba muchísimo de las posibilidades en medicina para la curación de enfermedades, fe fecundaciones in vitro, etc.”
Gemma Marfany lo recuerda de forma similar “Éramos muy conscientes de las numerosas aplicaciones que se abrirían en ciencia”, indica la investigadora. “Recuerdo que radios y televisiones llamaban a la universidad para que habláramos de la clonación humana. Preguntaban si podríamos clonar a Hitler, como sucedía en ‘Los niños del Brasil’, una novela ficción que se había puesto de moda a finales de los años 70”. Marfany contaba con su formación y conocimiento en genética para poner en contexto los resultados obtenidos con Dolly y los límites de clonación. “La ventaja de ser genetista es que tienes argumentos para defender que dos humanos clónicos no serían idénticos totalmente, como de hecho sucede cuando tenemos dos gemelos monocigóticos, que son muy parecidos, pero no idénticos”, señala la investigadora.
Lluís Montoliu destaca la revolución que representó la creación de Dolly. “La reprogramación celular, que es esencialmente el gran hito que se esconde detrás de la clonación o la transferencia nuclear, ha sido uno de los hallazgos disruptivos de la biología y la biotecnología”, señala Montoliu. “Ser capaz de desandar y desdiferenciar una célula ya especializada y convertirla de nuevo en pluripotente, que es lo que ocurre al introducir un núcleo de célula somática en un citoplasma de óvulo no fecundado, previamente enucleado, fue, es y será toda una revolución en biología y biomedicina”.
25 años después de Dolly: ciencia, ética, sociedad y comunicación
Dos décadas y media después del nacimiento de la oveja Dolly algunas de las predicciones se han hecho realidad. En la distancia que proporciona el tiempo puede analizarse la relevancia real del hito científico, así como sus implicaciones éticas y sociales.
“Creo que tarde o temprano se habría conseguido clonar mamíferos, pero en aquel momento supuso un empuje increíble a muchos proyectos de biotecnología, que era una disciplina que no contaba todavía con un icono público que atrajera la atención de la sociedad, ni tenía mucho predicamento en las agencias de financiación”, señala Gemma Marfany.
Susana Rodríguez destaca el papel de Dolly en biotecnología. “Claramente supuso un avance que permitió el desarrollo de nuevas tecnologías, así como de un gran avance en el conocimiento del funcionamiento a nivel celular”, destaca la investigadora. “Este conocimiento, también a nivel molecular ha permitido el desarrollo hasta la actualidad de tecnologías que están perfectamente integradas en muchos laboratorios actualmente y que los más jóvenes quizás consideran como si siempre hubieran existido”.
Lluís Montoliu presenta el nacimiento de Dolly como un momento histórico para la Biología del siglo XX. Un descubrimiento que marcó un antes y un después. Además, destaca algunas de sus repercusiones. “Entre otras derivadas de aquel momento se creó la disciplina de la medicina regenerativa, a la cual se han sumado descubrimientos posteriores, como las células pluripotentes inducibles”, destaca Lluís Montoliu. “Y, no nos olvidemos de la biotecnología. Mediante la transferencia nuclear, mediante la clonación, fue posible generar con mucha mayor facilidad animales de granja modificados genéticamente, transgénicos (añadiendo genes) y mutantes (quitando genes), algo que no podía hacerse anteriormente en cerdos, ovejas, vacas, cabras, ratas y conejos, por ejemplo, especies en las cuales (a diferencia del ratón) no conocíamos células pluripotentes embrionarias”.
La primera clonación de un mamífero adulto también abrió un intenso debate sobre las posibilidades y limitaciones de la ciencia, así como de si existen límites éticos a lo que se debe hacer.
“Aparecieron muchas discusiones sobre los aspectos éticos de estos experimentos y se formalizaron dos bandos aparentemente irreconciliables entre aquellos investigadores que aceptaban usar embriones (humanos) para experimentar in vitro con ellos, y los que no lo admitían” señala Montoliu. “Dolly provocó enormes discusiones, muy polarizadas, a favor y en contra de la clonación. Discusiones que se desvanecieron con el descubrimiento de las células pluripotentes inducibles, en 2006, por Shinya Yamanaka, que fue quien identificó los factores de reprogramación que Wilmut y su equipo no conocían pero que eran los que de facto eran capaces de reprogramar a prácticamente cualquier núcleo de células somáticas adultas, para retornar a su fase embrionaria pluripotente”.
Algunas de las discusiones y consideraciones éticas todavía siguen patentes. “Desde la perspectiva actual creo que con Dolly se abrió una vía de la ciencia y la tecnología en donde cada vez es más importante la visión ética y legal sobre cómo aplicamos el conocimiento y qué uso se le da a este conocimiento”, señala Manuel Pérez. “Me preocupan las restricciones legales y la manera en que estas restricciones se puedan imponer en todo el planeta. Con las tecnologías de modificación del genoma no puedo negar mi preocupación sobre el uso de ambas tecnologías en combinación. Con la aparición de las posibilidades que ofrece la tecnología CRISPR es concebible que en algún país donde las restricciones legales no existan pueda instalarse algún científico exiliado o grupo de científicos con el objetivo de crear una raza superior y clonarla. Sería inquietante que pudiera ocurrir”, manifiesta el investigador.
Otro aspecto destacado del nacimiento de Dolly es el impacto que tuvo en la sociedad, propiciado en gran medida por la gran difusión mediática que se hizo del descubrimiento. “Muchas publicaciones periódicas generalistas, muchos periódicos dedicaron extensos reportajes a Dolly y sus posibles aplicaciones, y se especuló mucho (a veces demasiado), imaginando que el experimento de Dolly podía repetirse en humanos fácilmente”, señala Lluís Montoliu.
“Constituyó un punto de inflexión no sólo en el impacto sobre muchos estudiantes jóvenes y la promoción de mucha más investigación en biotecnología, sino que también impactó enormemente en la percepción social de la ciencia”, indica Gemma Marfany. “Creo que, a partir de ese momento, la sociedad encontró un símbolo y las personas fuera del ámbito científico fueron repentinamente conscientes de que los avances en genética y sus aplicaciones podían impactar directamente en su futuro”.
A Susana Rodríguez, el interés por la ciencia que surgió con Dolly le recuerda a la situación actual, en la que la mayor parte de la sociedad está pendiente de la ciencia y de sus avances en la lucha contra el coronavirus. “Pienso que el nacimiento de la oveja Dolly y toda la difusión mediática que tuvo ayudó a la sociedad a conocer un poco mejor lo que hacemos en los laboratorios y su utilidad tanto en el presente como en el futuro”, señala la científica.
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