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Carmen Espinós: “Es muy interesante poder anticiparse a la evolución del proceso patológico de una enfermedad rara”

Para la Dra. Carmen Espinós, investigadora en enfermedades raras neurodegenerativas, el diagnóstico genético es una puerta hacia una mejor atención para los pacientes con enfermedades raras.

Se estima que 300 millones de personas en todo el mundo tienen una enfermedad rara. La mayor parte de estas enfermedades son de origen genético, por lo que la genética tiene un papel muy importante en su diagnóstico y tratamiento. El problema es que, de forma individual, cada enfermedad rara afecta a pocos pacientes, lo que complica conocer bien su causa genética, saber cómo evolucionará la enfermedad o desarrollar un tratamiento específico.

La Dra. Carmen Espinós, profesora de Genética en la Universidad de Valencia e investigadora adscrita a la Unidad Mixta INCLIVA-Centro de Investigación Príncipe Felipe, conoce bien la complejidad de identificar la causa de una enfermedad rara. Lleva décadas estudiando este tipo de enfermedades. Espinós destaca el potencial de la genética en el diagnóstico, que permite a los profesionales clínicos anticiparse de forma más precisa a la evolución de la enfermedad, e incide en que la profesión requiere un aprendizaje constante.

Carmen Espinós, profesora de Genética en la Universidad de Valencia e investigadora adscrita a la Unidad Mixta INCLIVA-Centro de Investigación Príncipe Felipe.
Carmen Espinós, profesora de Genética en la Universidad de Valencia e investigadora adscrita a la Unidad Mixta INCLIVA-Centro de Investigación Príncipe Felipe. Imagen: Genotipia.

¿Por qué decidiste trabajar en enfermedades raras y más específicamente en enfermedades raras neurodegenerativas? 

Empecé a trabajar en enfermedades raras con mi tesis doctoral sobre el síndrome de Usher, una sordoceguera. Después, siempre en el área de genética, fui cambiando de grupo de enfermedades: coagulopatías congénitas, ataxias, neuropatías periféricas… 

Estos últimos años me he centrado en trastornos de movimiento raros, sobre todo, por los avatares de la vida, porque vas cambiando un poco de línea en función de las posibilidades y oportunidades que tienes para conseguir muestras de pacientes y grupos de patologías que presentan todavía deficiencias a la hora de lograr un diagnóstico genético. 

En tu equipo habéis identificado las causas genéticas de diversas enfermedades ¿cómo es este proceso y cuánto tiempo suele tardar? 

Pues sobre todo y principalmente depende de las muestras que dispones. En las enfermedades genéticas, en tanto que son hereditarias, con suerte, puedes disponer de varios enfermos dentro de una familia o incluso de varias familias con la misma patología. En ese sentido, el llegar a identificar la causa genética cuando no es conocida y no está descrita, va a depender mucho de cuántos pacientes dispones.  Al fin y al cabo lo que estás haciendo es tratar de identificar ese elemento común que subyace en todas estas patologías. 

Puede ser relativamente rápido cuando tienes algún gen candidato que llama mucho la atención porque podría responder a esa clínica y haces el focus en ese gen. Cuando vas completamente a ciegas ya tienes que manejarte con otras herramientas más actuales, que tienen una mayor capacidad de secuenciación, como puede ser desde un exoma o genoma completo. 

Al final sois un poco detectives del ADN… 

Totalmente, somos cazadores de genes. 

Parte de vuestro trabajo está enfocado en los microARN como biomarcadores de enfermedades. Precisamente, los microARN protagonizaron el último premio Nobel, ¿qué tipo de información pueden proporcionar que sea diferente al ADN? 

Bueno, los microRNAs lo que hacen es regular la expresión de genes. Pueden facilitar muchas tareas. Por ejemplo, en el caso de epilepsias, donde hay muchos tipos, tratamos de identificar una firma de miRNAS que permita clasificar los pacientes. Esto es esencial porque lo que suele ocurrir con estos trastornos pediátricos es que conforme avanza la enfermedad es cuando se va marcando de qué tipo es. Entonces, si se consigue determinar cuanto antes el tipo, es posible ofrecer al paciente un mejor tratamiento. En ese sentido los microARNS pueden ser muy útiles. 

Y también pueden ser muy útiles como biomarcadores que determinen o anticipen cuál va a ser la evolución de la enfermedad. En este caso trabajamos con la enfermedad de Wilson. Se trata de una de las pocas enfermedades raras que dispone de un tratamiento eficaz, un tratamiento dirigido. Y claro, si consigues anticiparte a cuál va a ser la evolución de la enfermedad, estás ganando mucho, porque vas a poder mejorar ese tratamiento que le das al paciente y saber si está funcionando o no. 

Es como una especie de fotografía molecular de lo que está pasando en el paciente en ese momento. 

Sí, y sobre todo en los biomarcadores pronóstico tenemos ese interés de querer saber qué está pasando antes de ver síntomas que ya no puedan ser revertidos.

¿En qué otros proyectos estáis trabajando? 

Trabajo con una red de pediatras distribuidos por hospitales de todo el país en casos de trastornos de movimientos raros especialmente difíciles de ser diagnosticados.  

Y en la enfermedad de Wilson tenemos una línea abierta exclusivamente focalizada en esta patología, donde investigamos cómo afecta el microbioma a esta patología. La enfermedad de Wilson está relacionada con el metabolismo del cobre. Los pacientes tienen un transportador de cobre que es defectuoso y por tanto acumulan cobre de forma sistémica sobre todo en el hígado y en cerebro. Hemos identificado taxones con diferencias respecto a una cohorte control y nos hemos focalizado en uno relacionado con el metabolismo del cobre. Estamos viendo, si conseguimos financiación, cómo hacer una intervención dietética para suplir la deficiencia que tienen los pacientes en algún probiótico y ver si resulta beneficioso y mejoramos su calidad de vida.

¿Podría ayudar esto a otras enfermedades? En general, ¿cómo ayuda el estudio de una enfermedad rara a otras enfermedades raras?

Hay que pensar que la mayoría de enfermedades raras son genéticas y son mendelianas. De forma que si tú consigues establecer o conocer en profundidad cuál es todo el mecanismo alrededor del funcionamiento del gen, ese conocimiento después lo puedes trasladar a otras patologías, sean las que sean en las que este gen también esté interviniendo. Y si esto lo haces con muchos otros genes, se puede construir mejor lo que ocurre en el cuadro patológico de enfermedades mucho más complejas, donde intervienen muchos genes. 

En el laboratorio que dirige, Carmen Espinós investiga las causas genéticas de  enfermedades raras neurodegenerativas. Imagen: Genotipia.
En el laboratorio que dirige, Carmen Espinós investiga las causas genéticas de enfermedades raras neurodegenerativas. Imagen: Genotipia.

Estamos viviendo ahora un importante auge de la inteligencia artificial ¿Cómo os ayuda en el diagnóstico e investigación? 

Hay muchas aplicaciones relacionadas con diagnóstico en las que se pretende o se está empezando a utilizar la inteligencia artificial. Lo que más me llama la atención para el diagnóstico son todos estos algoritmos que hay de aprendizaje, machine learning, que permiten que la máquina aprenda a establecer características asociadas con cuadros clínicos cerrados para que así pacientes nuevos puedan ser clasificados de una forma más correcta desde un primer momento. Y en ese sentido, lo que más me interesa es la estratificación de pacientes, sobre todo para mejorar el diagnóstico.  Porque si tú mejoras el diagnóstico así después vas a conocer mejor cuál es la evolución de la enfermedad. Es muy interesante poder anticiparse a lo que va a ser la evolución del proceso patológico.

Has mencionado antes que te consultaban muchos pediatras. ¿Cómo de establecida está la genética en la práctica clínica, o más concretamente en este caso de la pediatría? 

La mayoría de los pediatras que encontramos ahora en los hospitales y centros de salud,  no estudiaron genética en su día, pero no han tenido más remedio que ponerse las pilas y tratar de entender.

Aún así, saber genética no es solamente nombrar una mutación. Hay que saber mucho más. Por eso creo que es muy interesante la existencia de equipos multidisciplinares donde no solamente tengamos expertos en medicina o en diferentes especialidades de la medicina, sino genetistas.

Si ahora entrara en tu laboratorio, ¿cuánto habría de trabajo de laboratorio tradicional y cuánto de bioinformática?

Informática hay mucho, sí. Y te anticipo que no gusta mucho. Normalmente los estudiantes lo que quieren es trabajo de laboratorio y mucha pipeta. Y se dan cuenta de que pasan bastantes horas anclados mirando una pantalla. Hay mucho de filtrado de datos, datos brutos de exoma, de genoma, análisis in sílico… Muchas horas dedicadas a la informática.

Porque el dato ahora es importantísimo…

Es la revolución que hemos vivido desde hace ya años. Los que estamos en este escenario sabemos que la capacidad de secuenciación cada día es muchísimo mejor, cada día es más económica y accesible. Pero ojo, tenemos que interpretar esa información. Y ahí hay mucho trabajo que hacer todavía.

¿Qué conocimientos debería de tener alguien que decida dedicarse al diagnóstico o a la investigación de enfermedades raras? 

Mucho. Si pretende trabajar en el área de genética evidentemente tiene que saber genética, y esto implica no solamente saber informática o nomenclatura de mutaciones. Hay que manejarse tanto en casos que siguen un patrón estándar de transmisión mendeliana como en casos que se salen porque los mecanismos patológicos son más complicados. Hay una gran variabilidad clínica tanto intra como interfamiliar. 

Pienso que no es preciso saberlo todo, pero sí que es muy importante trabajar en equipo. Y sobre todo creo que una condición de la que no podemos librarnos es que tenemos que estar aprendiendo constantemente y no asumir que hay una única norma.

Un poco en paralelo a la anterior pregunta, a nivel profesional, ¿qué pasos debería dar una persona que está estudiando ahora mismo y que está interesada en llegar a trabajar en diagnóstico genético?

Pues afortunadamente vamos a tener especialidad de genética en este país. Así que confío que esto de alguna forma y con tiempo normalice la situación y permita establecer un camino por el cual tú llegas a trabajar en diagnóstico genético. Esto establecería una guía, como es una formación, o una residencia, y después el ejercicio de la profesión en el ámbito hospitalario. 

Otra cosa es que tengas vocación de dedicarte a la investigación. En ese sentido, hay un auge de grados relacionados con biomedicina, que pueden servir de forma indistinta. Si estudias informática, si pretendes aplicar esos conocimientos a alguna área de la biomedicina, evidentemente después tendrás que hacer algún máster o seguir especializándote en biomedicina. O al revés, si estudias biológicas y después decides irte a informática o especializarte porque lo necesitas y ves carencias en tu formación, pues tendrás que seguir formándote en este sentido. La investigación es estudio continuo.

El año pasado recibiste el premio Women of the Year de la revista Glamour por tu trayectoria en la investigación de las enfermedades raras, ¿qué representó para ti este reconocimiento?

Que te reconozcan el trabajo realizado siempre gusta. Recibir este reconocimiento, cuando en otras categorías lo han recibido mujeres extraordinarias como puede ser Isabel Coixet, Carolina Marín o Rigoberta Bandini es una alegría, aunque no sea un reconocimiento académico. Me hace pensar que algo habré hecho para que haya llamado la atención, por la trayectoria, en mi trabajo con enfermedades raras y por la continua insistencia en divulgar lo que es la investigación de enfermedades raras y la investigación hecha por mujeres.

Una frase tuya que me gusta mucho es “hay muchas mujeres soldado y pocas generales”.

Eso es un hecho muy triste y muy doloroso en biomedicina, donde de forma natural hay un porcentaje muy alto de mujeres trabajando. Somos mayoría y me llama la atención de forma extraordinaria que en las comisiones o cargos de confianza la proporción de mujeres sea menor. 

Todos los años participas en la organización de la Jornada de Investigadoras en Enfermedades Raras, para visibilizar el trabajo de las investigadoras.

Es una jornada que desde siempre ha tenido mucho éxito. Nació de una noche de insomnio en la que caí en la cuenta de que solamente me reúno con mujeres, ya sean investigadoras, médicas, o de asociaciones de pacientes. Y pensé “¿por qué no somos visibles?”.

La jornada se sustenta en tres pilares. En primer lugar,  las enfermedades raras, que necesitan conocerse mucho mejor, porque es la única forma de conseguir logros. El segundo pilar es la investigación. Necesitamos inversión y estabilización de talento para todas las categorías, desde jefes de grupo a postdocs que no quieren ser jefes de grupo pero quieren dedicarse a la investigación, predocs y técnicos de laboratorio. Y el último de los pilares de la jornada son las mujeres en investigación, que por muchos motivos no tienen cara visible. Al fin y al cabo estamos igualmente formadas y  disponemos de talento, de formación y  de conocimiento para la toma de decisiones. 

Al final del día, ¿de qué parte de tu trabajo estás más orgullosa?

Depende un poco de la actividad realizada. Por ejemplo, cuando estoy en clase o implicada en jornadas de divulgación, una de las cosas que más satisfacción me da es cuando veo que  he enganchado a alguien. Cuando después de la charla esa persona se queda preguntándote “oye, esto que has comentado a mí me gusta mucho”.

Y en cuanto al trabajo de investigación, yo me contento con los pequeños resultados, porque al fin y al cabo son los que construyen grandes historias. Entonces, cuando consigo resolver cualquier caso u obtener un resultado mínimamente bonito en un experimento, a mí me parece ya la repera.

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