Pedro García Ruíz Espiga: “Si nos preguntamos qué podemos hacer para reducir la probabilidad de tener Párkinson, la respuesta es clarísima: hacer ejercicio”

Amparo Tolosa, Genotipia

 

Párkinson
Pedro García Ruiz Espiga, Jefe Asociado de Neurología de la Fundación Jiménez Díaz y Coordinador de la Unidad de Trastornos del Movimiento en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. Imagen cortesía de Pedro García Ruiz Espiga.

El día 11 de abril se celebra el Día Mundial del Párkinson, enfermedad neurodegenerativa que afecta a decenas de miles de personas en España.

Con más de treinta años de experiencia profesional en Párkinson y otros trastornos del movimiento, el neurólogo Pedro García Ruiz Espiga, conoce bien esta enfermedad. En la actualidad García Ruiz Espiga es Jefe Asociado de Neurología de la Fundación Jiménez Díaz y Coordinador de la Unidad de Trastornos del Movimiento en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. Además, es profesor asociado en la Universidad Autónoma de Madrid.

Hemos hablado con el Dr. García Ruiz Espiga para conocer cuáles son las características principales de la enfermedad de Parkinson, cuál es el papel de los genes en su desarrollo y cómo se puede prevenir su aparición.

 

¿Cuáles son las principales características de la enfermedad de Parkinson?

El Párkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente, detrás del Alzhéimer. Suele comenzar a partir de los 50 o 60 años y afecta a una proporción importante de la población a partir de los 80 años.

Se caracteriza por el deterioro de funciones motoras. Casi todos los movimientos automáticos que hacemos como andar o manejar las manos están afectados. Con el paso del tiempo tienen dificultad para moverse, girarse en la cama, vestirse…actividades elementales. No necesariamente hay temblor. Se caracteriza por la torpeza motora y la dificultad para hacer movimientos rápidos.

 

¿Es hereditario el Párkinson?

La enfermedad de Parkinson se consideraba no hereditaria hasta los años 90. A partir de entonces se empezaron a detectar familias con más de una persona con enfermedad de Parkinson en las que la enfermedad pasaba de padres a hijos o en varias generaciones, lo que apuntaba a que podía ser hereditaria. Posteriormente, los estudios con gemelos estimaron que había cierta carga genética, especialmente en aquellos casos de inicio temprano, en los que el Párkinson se presentaba a los 30 o 40 años. A partir de ahí, empezaron a buscarse genes implicados y se encontraron algunos, como el gen de la sinucleína o el gen de la parkina. Además, se confirmó que era frecuente que los individuos que tenían Párkinson de inicio precoz con inicio antes de los 50 años era frecuente que tuvieran Párkinson hereditario.

 

¿Qué proporción de casos son hereditarios?

En la actualidad se considera que aproximadamente un 10% de los casos de Párkinson son hereditarios. No obstante, hay que destacar que no se conocen todos los genes implicados y la proporción de Párkinson hereditario podría ser algo mayor.

 

¿En qué casos se sospecha de un caso hereditario?

Sobre todo, cuando la enfermedad empieza pronto, antes de los 40 o 50 años. Estos casos, además, son la población diana a la hora de realizar estudios genéticos dirigidos a identificar nuevos genes relacionados con la enfermedad.

 

¿Cuántos genes relacionados con el Párkinson se han identificado hasta la fecha?

Se conocen entre 12 y 15 genes implicados, aunque los más frecuentes y los que concentran el foco de la investigación en Párkinson son el gen de la parkina, el de la dardarina, el gen de la sinucleína y el gen de la glucocerebrosidasa.

 

¿Qué ha aportado la genética en el conocimiento de la enfermedad?

Se sabe que muchos de los genes implicados en el Párkinson actúan en el transporte axonal o a nivel de la mitocondria. Esta información es importante porque sugiere qué mecanismos actúan en la enfermedad de Parkinson y cuáles pueden ser futuros tratamientos. Por ejemplo, se sabe también que cuando falla el mecanismo de eliminación de proteínas mal plegadas se acumulan proteínas tóxicas. Las neuronas dopaminérgicas son especialmente sensibles a alteraciones en estos mecanismos. Tienen axones muy largos y están sometidas a mucho estrés por lo que cualquier disrupción en transporte axonal u otros mecanismos asociados a la enfermedad puede comprometer su función más fácilmente.

 

¿Qué papel tiene este conocimiento de las bases genéticas de la enfermedad para la práctica clínica y para los pacientes?

Para la práctica clínica no hay un efecto inmediato, aunque sí puede haberlo a medio plazo. Conocer genes y saber dónde actúan proporcionan pistas sobre cómo atacar a la enfermedad. Por ejemplo, si sabemos que un gen actúa específicamente en el transporte axonal se pueden buscar sustancias que mejoren o protejan el transporte neuronal. O si se tienen genes que afectan a una determinada función de la mitocondria, se pueden buscar qué fármacos ayuden a la mitocondria a protegerse.

Por otra parte, el conocimiento de la genética de la enfermedad nos permite dar consejos a personas portadoras de mutaciones. Antes se pensaba que no se podía hacer nada y que, si una persona tenía una enfermedad genética degenerativa, como un portador de mutaciones en el gen de la parkina, no había nada que hacer. Sin embargo, hoy en día sí se conocen tratamientos no farmacológicos que pueden influir en la aparición de la enfermedad. No es lo mismo una persona pasiva que no hace nada de ejercicio físico que una persona activa. Se sabe que las poblaciones que realizan un ejercicio continuado tienen la mitad del riesgo que las poblaciones más pasivas. El ejercicio es muy importante. Obviamente, depende de la edad, pero es muy importante. Hoy en día se sabe el mecanismo por el que el ejercicio nos protege de la neurodegeneración. Se liberan factores neurotróficos que ayudan a que las neuronas más frágiles se protejan. El tratamiento no farmacológico es esencial.

 

¿Es posible estimar el riesgo a desarrollar la enfermedad?

Todos tenemos un riesgo medio de alrededor del 1% a partir de cierta edad. Si además hay alguna persona en la familia que haya comenzado con la enfermedad antes de los 50 años ese riesgo aumenta.

 

Si consideramos una persona que presenta un riesgo genético a tener Párkinson, ¿es posible prevenir la enfermedad?

Si nos preguntamos qué podemos hacer para reducir la probabilidad de tener Párkinson, la respuesta es clarísima: hacer ejercicio. El ejercicio que cada uno quiera: tenis, squash, golf, bicicleta. Lo importante es no quedarse en casa viendo la televisión. Y si se trata de una persona joven mucho más. Somos responsables de nuestra salud futura. La forma de afrontar nuestra vida es muy importante. La sociedad nos impulsa a una vida más pasiva. Hay que luchar contra eso y ser activo cognitiva y físicamente.

 

¿Hay características clínicas concretas de la enfermedad asociadas a determinadas mutaciones o genes?

No hay ningún síntoma que separe el Párkinson hereditario del no hereditario. La única diferencia es la edad de aparición. No obstante, la enfermedad de Párkinson tiene la rara característica de que cuanto antes comience la evolución es mejor.

 

¿Puede ser porque las personas jóvenes todavía tienen plasticidad para responder a los daños de la enfermedad?

Esa es una de las posibilidades. Una persona mayor que comienza a tener una enfermedad neurodegenerativa tiene menor plasticidad que una persona joven.

 

¿Qué cuestiones quedan pendientes de resolver?

Hasta ahora contamos con tratamientos sintomáticos muy efectivos. Ojalá tuviéramos algo similar para el Alzhéimer. Ahora mismo, para el Párkinson nos falta un fármaco neuroprotector que proteja y a ser posible revierta los síntomas. Por ejemplo, hay varios estudios dirigidos a limpiar la acumulación tóxica de sinucleína en las neuronas.  Si dispusiéramos de este tipo de fármacos neuroprotectores sería de gran utilidad, especialmente, si se puede estimar quién está en riesgo a tener la enfermedad. Esa es la esperanza en los próximos cinco años. Ahora mismo solo podemos recomendar cambios en la forma de vida.

 

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